martes, 21 de septiembre de 2010

nº 3

  Abrió la mañana del martes y era jueves. Aquello cambió radicalmente su vida. Se vió obligado a inventar cada minuto y, aun así, nada encajaba. Ni su rostro era el mismo cuando se reflejaba en un escaparate, mientras caminaba por calles sin nombre, hacia citas con horas cambiadas y objetivos desconocidos.
  Aquel día habló de cosas que no sabía con gente que le sonreía o le censuraba sin saber porqué.
 Cuando finalmente llegó a una casa que no reconocía como suya y buscó el sueño en una cama extraña, suspiró. Y, sin saber la razón, deseó mientras sus ojos se  cerraban que el día siguiente no fuera viernes.

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